Hiperventilados
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
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Padre Hugo Tagle
Nos gusta mostrarnos felices, realizados y ocupados. Pero muchas veces, eso es sólo apariencia. El estado de euforia permanente, la búsqueda de experiencias cada vez más fuertes, la hiperconectividad, antes que llenar y dar sentido a la vida, han provocado una sensación de vacío y fatiga.
Así afirma una de las voces filosóficas más innovadoras de los últimos años, el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han, quien expone en su ensayo “La Sociedad del cansancio” que Occidente sufre un silencioso y peligroso cambio de paradigma: un exceso de positividad, la necesidad de mostrarse y estar siempre feliz y “ok”, conduce a un agotamiento existencial.
Trastornos psicológicos como el déficit de atención con hiperactividad (TDAH) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO) definen el panorama de comienzos de este siglo. Estos estados patológicos siguen una “dialéctica de la positividad” en que, paradojalmente, el exceso de esta última provoca cansancio y desaliento. En efecto, la búsqueda constante de la felicidad y, peor, la necesidad enfermiza de mostrarse feliz, pleno y sano; un “estar ok” siempre y en todo lugar; la inconsciente competencia por mostrar “la mejor cara”, lleva finalmente a un vacío y agotamiento. Lo que existe es una “sociedad del rendimiento” en la que las cárceles fueron sustituidas por los gimnasios. En vez del “deber” prima el “poder”, el yes we can.
Las redes sociales son un buen ejemplo de ese “exceso de positividad” que denuncia Han en sus ensayos. Solo se suben fotos “felices”, se corrigen las imperfecciones con programas como Photoshop, se hermosean paisajes, se cambia ropa o corrigen arrugas. La realidad, tal cual la vivimos, nos resulta aburrida. Si se muestra la vejez en la propaganda, es sólo para demostrar cómo se puede rejuvenecer y vencerla.
Las conversaciones se han transformado en un juego artificioso de dar la mejor cara, un show de vanidades solapadas, temor a mostrarse vulnerable.
Pero no son las generaciones jóvenes las que padecen este mal de la hiperactividad. Son más bien la tercera y cuarta edad. Quizá por temor a ser desplazados, sufren una frenética búsqueda de mostrarse siempre “ocupados”, “imprescindibles”, “felices”, “trabajólicos”, incapaces de silencio y reposo.
Es todo un desafío para los creyentes, quienes confían y en la mano providente que conduce el barco hacia un puerto final; quienes descansan en las manos del Creador. De la sociedad del cansancio y agotamiento se puede pasar a la de la plenitud gozosa y en paz. En la que se vive la autentica y genuina felicidad.